Somos practicantes del psicoanálisis integrantes del Taller "Jóvenes Analizantes" que se desarrolla en ERINDA (Espacio Rosarino de Investigación del Niño en el Discurso Analítico) de la Nueva Red Cereda. Nos convoca el trabajo de investigación, reflexión y producción en relación con los síntomas actuales de los niños y adolescente en la actualidad.
Integrantes: Gazagne Maricel/ Galli Josefina/ Ross
Vanesa.
Asesora: Giraldi Graciela
Título:
“Saltar la pared”
Corina es docente en una escuela secundaria del
Barrio “Las Flores sur” de Rosario. Es la encargada de un proyecto que basó,
según sus palabras, en un pedazo de canción de Charly Garcia, llamada “A punto
de caer”, que dice: y “Saltaste la pared cambiando”. Explica que su lugar
inaugural tiene que ver con su trabajo en la escuela al ver que un montón de
jóvenes saltaban la pared para escapar de la escuela, sintió la necesidad de
poner un nombre significativo, que tuviera que ver con esto de un posible
cambio. Por otro lado el proyecto en sí propone intervenciones en diferentes
espacios y soportes del barrio “Las Flores” a través de la pintura mural,
pintando diferentes elementos y objetos de la comunidad. En paralelo otro
proyecto artístico es un documental llamado “Saltaste la pared” creado por
estudiantes de Cine en la ciudad de Rosario que relata esta experiencia de
manera bellísima mediante sus propios protagonistas.
De alguna manera se aprecia que esta actividad
artística transformó el lazo con el otro, brindó elementos identitarios nuevos
y se manifestó como un refugio ante el malestar para esta comunidad de jóvenes.
También la docente en su acto de creación e invención del proyecto produce su
obra artística, tanto como los estudiantes de cine su documental.
“Explicar el
arte por el inconsciente es muy sospechoso… sin embargo explicar el arte por el
síntoma es más serio”[1] (con esta frase Lacan toma distancia al método
Freudiano) Ya que no explica el arte por el sentido, lo que supondría igualar
la obra a una formación del inconsciente.
Los murales pintados en el barrio pudieron surtir un
efecto en toda su comunidad, no solo en los artistas sino en los espectadores y
beneficiados de dichas obras. Enmarcaron de alguna manera al deseo e
involucraron a los vecinos. Los jóvenes saltaban la pared para escapar, y ahora
la saltan para crear. Efectos de creación en el recorrido de su juventud e
invención ante la falta y el vacío.
El arte plasmado aparece como soporte, como registro
de distintos elementos y objetos de la comunidad, ordenan y marcan una historia
en común promoviendo una cultura de pertenencia que brinda identidad en la
reconstrucción de lazos desde otro lugar. Esas producciones y creaciones escapan
a las leyes del mercado, de la oferta y la demanda y de las utilidades
económicas, como también son una evasión frente al consumo de sustancias y los
actos delictivos.
Indica J.A Miller que “Los objetos de sublimación pueden llegar al lugar del objeto perdido
como tal, es decir que pueden llegar al lugar de la Cosa”[2].
El modo de lazo y de satisfacción articulado al
objeto por la vía del acto y de las obras hacen posible un lazo social y una
satisfacción diferente a la satisfacción puramente fantasmática; este permite
hacer lazo sobre el fondo del vacío.
Miller[3]
plantea que respecto del artista, lo fundamental no es que produce sentido,
sino que ofrece algo de si mismo, que es material, pone su cuerpo. El pintor
pinta con el objeto a, abandona la mirada como objeto a, se desprende de ella.
La chifladura singular de cada uno es la respuesta que
se da a ese punto imposible de simbolizar, es la invención y la creación de un
sujeto que siempre será sintomática, porque no hay una solución natural. Hay
entonces una universalidad del síntoma. El trabajo analítico permitirá llevar
el síntoma a un punto tan extremo que se transforme en un efecto de creación,
de sublimación.
El significante crea el vacío, engendra la falta,
como la actividad del alfarero[4], crea
el vacío central al mismo tiempo que los bordes del jarrón. El proceso de
sublimación, al inaugurarse por esta falta y al trabajar con ella, busca
reproducir ese momento inaugural de articulación que lleva a la creación.
Algo del azar y la operatividad se pone en juego ante
lo inesperado. El arte muda los suspiros de la imposibilidad al respiro de lo
posible.
Podemos considerar que “saltar” es
un acto que va más allá de la significación fálica y del decir, como la
creación que va más allá del padre o se sirve del padre: el muro, la pared para
saltarla.
El Arte entra en un borde, porque se puede manejar
con la significación fálica o no. Así el inconsciente se muestra como un
encadenamiento entre Arte y Psicoanálisis.
En conclusión, “no se trata de aplicar el
psicoanálisis al arte sino de entender de qué modo el arte puede aclarar al
psicoanálisis”. [5]
[1] Lacan J. Conferencias de
las Universidades Norteamericanas” (1975).
[2]Miller J-A:. Los objetos a en la experiencia analítica. Roma 2006.
Publicación digital
[3] Miller, J-A: Los signos
del goce, pg 324 Bs As, Paidos, 1998.
[4] Lacan J: Seminario 7 – “La
ética del Psicoanálisis”
[5] Miller, J-A: Los signos del
goce, pg 320/321 Bs As, Paidos, 1998.
La
Primera Sesión Por Giraldi Graciela, Miembro de EOL,
AMP y ERINDA. Asesora del Taller “Jóvenes Analizantes”.
Cine debate en homenaje a Jacques Lacan, biblioteca EOL Rosario, 22 de
setiembre 2009. La primera sesión, de Gerard
Miller.
El título de este film evoca aquella primera vez en la primavera de nuestro
despertar sexual. Y reúne la riqueza de diversos testimonios sobre la primera
sesión, en ese encuentro especial de cada uno con su psicoanalista.
Contamos con entrevistas hechas a maestros, escritora, actores, estudiantes,
y empresarios que hablan de su experiencia analítica. Algunos de ustedes habrán
reconocido a personajes públicos como Claude Chabrol, Patrice Leconte, Carla
Bruni, al modisto Kart Lagerfeld, o a los colegas psicoanalistas Françoise
Leguil, Guy Trobas, Luis solano, Christiane Alberti.
Otros habrán recordado su visita al consultorio de Freud, o al teatro de
París donde se desplegaron las entrevistas.
He anotado a la manera de un editor los dichos testimoniales que me
impactaron por tocar el corazón de algunos de los conceptos del psicoanálisis
de orientación lacaniana.
Ante el interrogante de cuándo se
acude al psicoanalista, si bien los entrevistados enfatizaron que no se va
a lo del psicoanalista por una curiosidad intelectual, sino porque se padece de
un síntoma, o porque se nos atravesó una piedra que nos impide caminar por el
camino por la vida, ese obstáculo real se presenta de diversas maneras.
En relación a ello, alguien dijo: Tenía
repetidas preocupaciones que quería resolver hasta que me di cuenta de que solo
no podía.
Para Carla Bruni, su llamado al psicoanalista fue a partir de un quiebre: Sufrí una gran fractura cuando murió mi
padre.
Otra analizante dijo: La única cosa
que contaba para mí era escribir y me encontraba trabada. El psicoanálisis me
dio un reingreso a la vida donde yo buscaba una escapatoria.
A veces, ese imprevisto traumático que nos conmociona y empuja a la primera
consulta con un psicoanalista se presenta bajo la forma de un accidente o de
una separación, un duelo que no se puede elaborar, el abandono de un ser
querido, cuando la vida pierde sentido, cuando nos embarga la extrañeza o la
paralización y no podemos avanzar.
Entonces, nos surge la pregunta de cómo
encontramos a un buen psicoanalista. En ese aspecto, entran en juego la
transferencia y la respuesta del analista, si lo hay.
En relación a lo impredecible de esa primera cita alguien dijo: Para mí fue como entrar a otro planeta.
Llegué más tarde de la cita y el analista parecía un poco lunático. Me sentí en
falta ante la autoridad, y allí me quedé.
El psicoanalista Guy Trobas diferenció al psicoanálisis lacaniano de otras
orientaciones recordando a un psi de Argentina que tenía el criterio higienista
del análisis semejante a un laboratorio, donde siempre y para todos los
pacientes les daba las mismas coordenadas del encuadre con tiempo fijo de las
sesiones, cantidad de las mismas, duración del tratamiento, etc.
Cada una de las respuestas de los entrevistados apuntó a resaltar esa
experiencia singular del primer encuentro con un psicoanalista en tanto
encontró un alojamiento en el Otro, en aquél analista que hace hablar a quien
lo consulta en detrimento de las reglas, de las normas y la burocratización.
En esa perspectiva, alguien expresó que la primera sesión también puede ser
la última porque si no te gusta te vas, o porque si no hay analista nada puede
pasar allí. -Yo estaba al borde del
suicidio y en cambio le dije que estaba allí porque me comía las uñas. Ella me
respondió que con seis meses de psicoterapia se me iría. No volví más.
En esta vía podemos entender que hay entrevistas que decepcionan, y que no
todas las primeras veces resultan inolvidables.
Un entrevistado aportó enfáticamente sus elaboraciones: ¿Y por que se esta convencido que uno golpeó la puerta correcta, sino
porque el analista tiene energía para preguntar cómo está usted?. Es como
si el analista tuviese el casco de su moto en la puerta de entrada y adentro
uno se encuentra con un ramo de flores que de tan feo se torna bello.
Otro exclamó sorprendido: Me quedé sin
voz justo el día que me podía expresar ante una psicoanalista!. Pasan cosas no
calculadas y esas cosas son determinantes en la experiencia del análisis.
Resaltando el peso que toman las palabras desde el primer encuentro con un
psicoanalista una mujer testimonió: En mi
primera sesión sentí que cuando me presenté, también hablé de mis dos hijos y
la analista me preguntó qué puedo hacer por ustedes tres?.
Del lado del analista, tampoco sabe qué hará o dirá en cada ocasión, aunque
sí apunte con su acto a que ese encuentro sea un acontecimiento subjetivo,
enganchando al consultante con lo que dice.
¿Y qué dicen los analizantes sobre su analista?. Mi analista, dijo uno, repite lo que
digo con otra entonación y eso cambia de sentido para mí.
Otro aludió a que su analista es frío pero que a la vez su presencia toma
cuerpo, está siempre ahí donde se lo busca. Pero
si él tuviera un gesto afectivo hacia mí yo me iría del análisis (resuena
lo trabajado por Jacques-Alain Miller en su curso del 2008 acerca del
“desapego” como la justa posición del analista lacaniano que en cada ocasión
hace lo que tiene que hacer desprendido de sus pasiones, en contraposición con
la idea de empatía esgrimida por las psicoaterapias).
Acerca del partenaire-analista alguien expresó: Aprendí a descifrar el silencio de mi analista. Cuando él me decía: y bien?,
yo sentía que la olla hervía!...
Finalmente, en la primera sesión también entran en juego la cuestión del
pago, el uso y no uso del diván, cuándo y cómo.
Para abrir a la conversación, retomo lo dicho por alguien al final del film:
El análisis es una aventura, y si bien no
es algo milagroso, se produce siempre un cambio en uno.
Comentario de Graciela María Giraldi, miembro de la EOL y la AMP.
Breve ensayo sobre
anorexia y bulimia en la adolescencia.
Por Ps. Dabín Agueda,
matrícula 7524
Abzurdah[1], se
presenta como la perturbadora historia de una adolescente, allí Cielo Latini cuenta
su historia, como dirá es una versión más o menos estructurada y ajustada a la
realidad, de los temas álgidos que con el tiempo envenenan a los adolescentes y
no tanto. Cree saber más acerca de anorexia y suicidio que los médicos y
psicólogos que intentaron ayudarla, es que considera que la experiencia vivida no es transmisible…aun así intentará ponerla
en palabras:
“Descubrí el botón que tenia
que tocar para sentirme bien…
Todo lo que comía duraba
menos de una hs en mi cuerpo…deje de comer y no quería decir que comía
poco…simplemente dejé de comer.
Más de la mitad de las
mujeres entre los 18 y los 25 prefieren ser pisadas por un camión antes que ser
gordas.
Todo lo que leí era negativo,
malo, pero yo había dejado de comer y me sentía bien…eso no lo decía ningún
libro.
Había otras como yo, no
teníamos que estar solas, teníamos que apoyarnos y por eso cree mi blog “Me
como a mi” y mi alter ego Lágrima…pregonaba que la anorexia no era un desorden alimentario sino un estilo de vida…diferénciate
de todo el mundo, comer lo puede hacer cualquiera desde un médico hasta un
albañil, vos sos alguien diferente a
esas personas, vos podes vivir de vos misma, de tu propia pureza, que nadie
corrompa el estado divino en el que estás”.
De un modo general, se puede decir que la
adolescencia es una construcción. Puede pensarse como una posición subjetiva
marcada por múltiples variables y a diferencia de la pubertad, está ligada a la
época.
Lo real de la pubertad es la
aparición de los caracteres sexuales secundarios, es decir, la modificación de
la imagen del cuerpo. Entonces, es en estos dos planos, el del cuerpo como
objeto pulsional y el cuerpo como imagen, que la pubertad viene a trastocar, a
conmover al sujeto.
Los cambios corporales, la
exigencia de asumir una posición sexuada, la admisión de la propia muerte son
las manifestaciones de lo real que irrumpe y que los adolescentes tratarán de
simbolizar o de representar. Cada uno, de modo singular, se las verá ante el
encuentro con ese imposible de simbolizar pues, al decir de Lacan, no hay una
formula general para “zafar bien del asunto”[2].
El cuerpo humano ha sido percibido,
interpretado y representado de diversos modos en distintas épocas.
Hacia el final de la era
victoriana, quizás por primera vez en el mundo occidental, las clases medias
comienzan a rechazar el alimento en aras de un ideal estético: ya no se aspira
a la perfección del alma, sino que se pretende que el cuerpo se ajuste a una
imagen modelo que prescribe determinado peso o forma física como ideal. En
consecuencia se desarrollan numerosas técnicas destinadas a lograr una
transformación puramente física, como las dietas, gimnasias, medicamentos e
intervenciones quirúrgicas.
La preocupación por la gordura y la
dieta no solo responde a la norma sino que funciona, como ha observado Susan
Bordo utilizando conceptos de Foucault, como una poderosa estrategia de
normalización, que busca la producción de cuerpos dóciles, capaces de
autocontrol y autodisciplina, dispuestos
a transformarse y mejorarse al servicio de las normas sociales y,
fundamentalmente, de las relaciones de dominio y subordinación imperante.
Silvia Tubert[3]
plantea que desde el punto de vista psicoanalítico debemos señalar que la
clasificación de anorexia y bulimia como Trastornos del Comportamiento
alimentario, tal como se presenta en el DSM IV conduce a un error, dado que
presupone que el TCA es una entidad nosológica en sí misma, en tanto que la
clínica y la investigación psicoanalítica ponen
de manifiesto que se trata de un síntoma o conjunto de síntomas que se
pueden desarrollar en distintas estructuras.
En el Manuscrito G la anorexia pasa
a ser una línea paralela a la melancolía y la pérdida de apetito hace ecuación
con pérdida de libido. No es lo mismo un fenómeno anoréxico como efecto de un
ritual obsesivo, como expresión de un deseo insatisfecho (histeria) o una
anorexia que esté indicando la certeza de ser envenenado. La importancia de un
diagnóstico en cuanto a la estructura es fundamental[4].
El devenir niña - mujer implica un
largo y trabajoso duelo. La anorexia, plantea Cibeira[5] se
presenta como expresión de las dificultades en la asunción de la genitalidad y
de lo femenino. Es en el momento de los cambios puberales que el cuerpo
denuncia formas de mujer y se constituye en una de las exigencias de trabajo
psíquico la asunción de la genitalidad. Este quiebre narcisista, que remite al
narcisismo primario pero lleva la marca del Edipo, desarticula la
libidinización de ese cuerpo, desconstituyendo representaciones y apareciendo
la imposibilidad de simbolización del nuevo cuerpo puberal, intentando, vía
manejo de la alimentación, la apropiación de un cuerpo ya cargado de
significaciones sociales ligadas a un ideal estético.
El conflicto aparece
fundamentalmente expresado a nivel del cuerpo y de la imagen del mismo con
escenas con un componente altamente autoerótico centrado en la circulación a través del tracto digestivo del
alimento, en un control constante de lo tragado y lo expulsado. Esta
complejidad se presenta, justamente, en un momento de la vida de un sujeto que
implica la búsqueda para sí de un lugar simbólico y singular. Entonces, este
cuerpo de la adolescencia vehiculiza interrogantes acerca de qué quiere el Otro
y respecto de qué es ser mujer.
“Finalmente empezaron los
efectos colaterales, no comer me daba sueño, pésimo humor, mucho frío y
lentitud mental…pero los efectos negativos al final pesaban menos
Nunca se es demasiado flaca
No comer es un derecho y lo
ejerzo
Sabía como nadie lo que es
estar vacía de comida y llena de orgullo. Que los huesos definan la belleza.
Teníamos un objetivo: la perfección”.
Retomando a Silvia Tubert, es
importante señalar el carácter
iatrogénico de los tratamientos que se centran en la mera eliminación del
síntoma y tienen como objetivo fundamental lograr que la paciente "gane
peso". Estos tratamientos que reproducen el modelo de relación familiar
que condujo precisamente a la producción del síntoma y, lo que es más grave
aún, intervienen en lo real del cuerpo mediante actos que insisten en ignorar
al sujeto y lo reducen -una vez más- a la posición de objeto. Muchas veces
estos actos están destinados a aliviar la angustia que despierta la figura de
la anoréxica en tanto pone en escena la presencia de la muerte. Pero lo que ésta intenta, excepto en un número muy
reducido de casos, no es morir sino estar a punto de morir, sobrevivir
negando toda necesidad vital, llevando una vida en los límites de lo posible.
“Durante una cena familiar, Cielo dice: me duele…qué? Le
pregunta su mamá…comer me duele”.
“Ser
"anoréxica" o "bulímica" constituye una respuesta a la
pregunta por la propia identidad -problema existencial, especialmente
angustiante en la adolescencia-, lo que explica la tenacidad con que las
pacientes parecen aferrarse a estas etiquetas diagnósticas. Pero se trata de
una pseudo-respuesta que aliena al sujeto; de ahí la necesidad de ir más allá
del síntoma tanto en el proceso diagnóstico como en el terapéutico: las
etiquetas sólo sirven para confirmar la falsa identidad”[6].
- hacer CLIC para ver Video -
[1] Latini, C. “Abzurdah”. Ed.
Planeta, Buenos Aires, 2015.
[2] Belçaguy, M.; Gomez, J;
Menis, A. “La metamorfosis de La pubertad y el despertar de la primavera”.
[3] Tubert, Silvia “Anorexia,
una perspectiva psicoanalítica”.
Para interpelar,
pensar la adolescencia hoy, hay que pensar en la época, ¿Y porque ? porque
como bien decía Silvia Bleichmar, la
subjetividad cambia por épocas, y hoy es la época de la que algunos autores
llaman el ápice del sistema capitalista, ya que no se preocupa en vender
productos (mercadería, objetos de usos, inmuebles, muebles, rodados, etc. ), ó en
vender servicios (Tv. por cable, telefonía celular, seguros para la casa,
servicio de sepelio, tarjetas de crédito, etc. ), sino que ahora, es el sujeto
mismo el que se convirtió en un objeto
más y un producto, un objeto más de la cadena de consumo, y un producto del
sistema posmoderno: el Sujeto goce, el
sujeto disfrute, Sujeto feliz, , pero Sujetado en fin.
Hablar de un sujeto Goce, alude a que hay
un intento de homogeneizar la subjetividad, una ilusión de completud, de bienestar,
de que todo es posible gracias a cada producto que hay en el mercado y lo que
no es posible de comprar porque no es un producto, se logra con distintos
tratamientos físicos y psicológicos habría una gran oferta para cada necesidad
y gusto. El mayor discurso implícito es que habría una necesidad de tener tal o cual cosa, y podría ser una
de las causa del consumismo: lo necesito, me hace falta, la lógica será; ¿tener
o no tener? ¿Qué nos hará falta?
Y en esta coyuntura es que podemos pensar
al adolescente, ya que es el mejor objeto que se presenta en el mercado y al
que se dirige el capitalismo, al joven,
ya que el ser joven no es solo un slogan, sino que hay algunos discursos que implícitamente
ponen de relieve lo jovial como un buen estado, la juventud se asocia con ser divertido, sexi, sensual, con el sexo, lo
lindo, la vida, lo activo, mientras que
ser adulto es visto como aburrido, exceso de responsabilidad, y la vejez como lo que hay descartar.
Este momento de la adolescencia es
importante en tanto constitución subjetiva, un momento entre niñez y adultez
donde el afrontamiento de ciertas cuestiones es sentido como vida o muerte. Freud
ya nos hablo de estos momentos - Metamorfosis de la pubertad-; aparte de
subrayar su conmoción de metamorfosis y de transformación del sujeto en
relación a su sexualidad, también hace referencia a la cuestión de la muerte.
El joven adolescente, como un objeto del
mercado, es el que mas dificultades tiene para procesar todo lo que le llega,
éste se encuentra en búsqueda de ideales, de soluciones a sus problemáticas, no
sabe que hacer con su cuerpo, y el mercado le va ofreciendo respuestas, y está en
éste, como las interpreta y la forma de recibirlas las posibilidades de
enfermar o entrar en situaciones conflictivas, adicciones, actos delictivos.
Hay cierta creencia que estar triste es
mal visto, se asocia a la depresión, y al parecer el mercado capitalista tiene
un sin fin de propuestas para las soluciones a sus síntomas, una pastillita
para cada estado, algunos autores interpretan esto como taponar el síntoma, la
hiancia subjetiva. Este imperativo que fuerza a ser felices a consumir a
disfrutar, es a lo que hacia referencia del tipo de sujeto producido; Sujeto
goce, Sujeto disfrute, Sujetos Felices
estos significantes están al orden del día, se dispersan en distintos
discursos; disfruta tus vacaciones, disfruta
tu franco, disfruta tu dinero, disfruta tus hijos, disfruta tu tarde, disfruta
tu tiempo, disfruta la vida, disfruta del momento, etc. discursos que
impregnan cuerpos que de no poder disfrutar enferman. Así llegan adolescentes
al consultorio con sentimientos de infelicidad, y depresión.
Hacíamos referencia a la época y hoy las grandes instituciones perdieron
credibilidad, la escuela ya no representa lo que era, el Estado-Nación se
desmorona, hasta la mujer como institución ha cambiado, La Ley como autoridad de lo estatuido aparece como sin funcionamiento,
y la autoridad como Estado-Nacion-Ley,
parece estar perdiendo consistencia, la autoridad paterna en este contexto también
esta en jaque, algunos denominan la época del fin de ideologías. Cientos de
estos cambios son muy positivos y otros son sentidos como desmembramiento de
dicha institución. Y algunos incluso hablan de sus épocas y las comparan con el
ahora; ¿Se habrá sentido un cambio?, al
parecer paso un tsunami en los últimos años.
La perdida de significación social de
estas instituciones tiene sus efectos,
el adolescente como nos expresa Giraldi, G - El
niño en la encrucijada - ¨ vive un
estado conflictivo en relación con sus padres y otros representantes de la
autoridad ¨. La categoría de padre es el centro de la cuestión, después del
transito por el Edipo, debería sufrir transformaciones, una de ellas es ¨ realizar un transito de un padre al padre
¨, lo que Lacan denomina el Nombre-Del-Padre y que nos expresa Rodulfo, M Y
Rodulfo, R en su libro - Clínica Psicoanalítica en niños y adolescentes- . Lo mencionado, se refiere a que el
sujeto está atravesado y constituido por dos legalidades de diferente orden;
legalidades, que por su modo de atravesar al sujeto, no resultan correlativas;
es decir, por un lado tenemos la ley social, del orden jurídico, la estatuida
socialmente, y por otro lado la ley simbólica propia de la constitución
subjetiva, ambas, al impregnar y habitar en el sujeto, posibilitan la filiación
del mismo a la sociedad.
Pero mas allá de lo que el discurso
capitalista promueve hay algo esencial de la subjetividad y es que a pesar de
ese intento de homogenización hay algo que es particular y único de cada sujeto
y es el modo que cada uno vive o transita este momento, de modo singular.
La importancia de la crisis de estas instituciones,
y lo q algunos autores llaman la caída de la época patriarcal produce no solo
que los padres ya no tengan la connotación de padres sino que la decadencia de
la autoridad en general hace que el adolescente vea a sus padres como tontos.
Antes el saber estaba depositado en los
adultos, esos seres hablantes que eran los educadores, incluyendo a los padres,
era necesario su mediación para acceder al saber, esta demanda es liquidada en la maquina, el
Google responde todo. El saber no esta mas en el otro. Ya no necesita
estrategias para extraer ese saber. Google
la sabiduría del mundo accesible a todos, a cualquiera, de una manera fácil,
rápida y gratuita. Y aunque Google aparezca como todo saber, lo que no puede
hacer es acompañar y alojar a ese sujeto, que necesita mucho mas que un click,
pues lo que redirecciona a una pagina wep podrá leerlo, pero lejos está de
comprender ciertas cosas que solo el
acompañamiento de un adulto podrá soportar en una demanda. A veces,
los padres se sienten muy afectados por los cambios de sus niños que no
son niños. Hay una línea muy delgada entre lo que es adolescente, lo que es la
intimidad y la independencia que se le pueda dar al joven, confusiones que
hacen que los padres asistan a una consulta, con la idea de que le digan que
hacer, cierto desconcierto de los padres, que no saben como actuar frente a sus
hijos que limites poner y hasta donde acompañan, ó permiten ciertas cosas.
La autoridad paterna no solo decae sino
que es vista como injusta, la demanda familiar y escolar es vivida como un
imperativo tiránico, una demanda de respeto; proclaman ¨quiero
ser respetado ¨. Padres que no saben que hacer con sus hijos porque ellos
tampoco han resuelto su propia historia, y pasan de ser padres permisivos a una
rigidez inexorable. Así Miller en su
texto - En dirección de la adolescencia -; nos plantea a la adolescencia misma
como una procrastinación, como un aplazamiento a lo mas tarde posible ¿de ser
adultos? ¿A hacerse responsables?. Por eso hablamos de momento, porque hoy día es difícil pensar la
adolescencia como una etapa.
En la adolescencia a pesar de ser este momento singular para cada
sujeto hay algo de ella que se reproduce a modo o nivel colectivo, y es lo que
sucede en el tipo de socialización sintomática que practican dichos jóvenes no
es por identificación a ideales sino a modos de gozar; a saber; alcoholizarse,
fumar, deportes de riesgos. Conflicto con el ideal entre lo que él es y lo que
debe alcanzar, que se exige como imperativo para ser feliz. Ideales que
desfilan en la televisón y los distintos lugares donde hace lazo social, hay un
clima que predomina que es lo que en imágenes se muestra, imágenes de
felicidad, publicidad desmedida, reality show, todo es superfluo y estetizante.
Una forma de dar fin a lo que llamamos procrastinación,
en las palabras de Giraldi G., es que el adolescente pueda constituirse un
ideal propio, hacer una elección de vida, orientarse en algo, tal vez distinto
a lo que los padres esperaron de él.
La socialización sintomática a los modos
de goce, pueden convertirse en fenómenos de masa, como fue el caso de la muerte
de los cinco jóvenes en la fiesta Electrónica, suicidios en serie, grupos blogs
de anorexia y bulimia, etc.
Se vislumbra cierta idea de que lo
prohibido se puede transgredir, la marihuana esta próxima a legalizarse su
consumo, preceptos como estos, pueden
confundir a los jóvenes que aún no hacen un uso responsable de ciertas
sustancias. Nos encontramos con canciones que habilitan y promulgan discursos,
entre algunas la más descriptiva; ¨ muchas manzanas son las que hoy y mañana
se cruzan y se van a cruzar. Y en algunas se encuentra lo que algunos llaman
felicidad ¨ Me escucho y sigo, porque mucho de lo que está prohibido me hace
vivir ¨ -Callejeros- ¿Podrían
ciertas legalidades tener un mensaje confuso para nuestros adolescentes?
Entendemos que prohibición no es
sinónimo de transgresión, sino que hay una diferencia radical entre ambos, ya
que la prohibición remite a impedir un acto o uso y la transgresión implica la
realización de ese acto impedido, en este caso impedido, podría ser utilizado
como prohibido por la ley. Y aquí nos
remitimos a las palabras de I. Greiser, cuando expresa (…)“en el caso por caso, puede verificarse
la relación del sujeto a la ley: si se la acata, si se la desconoce o se la
reconoce”.[1]Se refiere a la transgresión desde el discurso psicoanalítico y a
partir de allí, menciona que la transgresión puede ser entendida como
diferentes modos de convocar a la
ley.
Es decir, que la
transgresión funciona en este sentido como un llamado a la presencia de la ley.
Nos referimos a la Ley
simbólica, la cual junto con la
Ley social, son las que constituyen al sujeto como tal; la
autora expresa entonces que (…) “los
sujetos que transgreden la ley lo hacen por una función fallida del padre y dicha
transgresión es un llamado al mismo”.[2]
La transgresión así
entendida deja traslucir que lo que convoca el adolescente no es más que la ley
simbólica (El Otro), y si no lo hace
con la boca, es decir con un llamado-grito,
lo hace con un acto, allí donde se puede hacer visible, al limite de la
ilegalidad, al decir de algunos, allí en donde lo prohibido es reconocido y
sancionado, y cuando no, castigado.
- Hacer CLIC en el video -
[1]Greiser, I. Delito y transgresión. Un abordaje
psicoanalítico de la relación del sujeto con la ley- primera edición.
Ediciones Grama; Bs. As., 2008; pág. 11.
[2]Greiser, I.Delito y transgresión. Un
abordaje psicoanalítico de la relación del sujeto con la ley- primera
edición. Ediciones Grama; Bs. As., 2008; pág. 37.
Una reflexión sobre el que-hacer
con los adolescentes hoy
Por Ps. Daniela
Marrano matrícula 7161.
Capitalismo salvaje, empuje al consumo
desenfrenado, caída del Otro de la tradición y sus consecuentes ideales,
feminización del mundo, primado del goce como imperativo, mundo virtual,
gadgets. Tomo estas palabras como disparadores que hacen referencia a la
caracterización de la época post moderna para pensar de que manera estas
determinaciones repercuten en la formación de síntomas en los jóvenes. Preguntándome
por el que-hacer del analista ya que, como expresaba Lacanen
“Función y campo de la palabra”: Mejor
pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de la
época.
Lejos de establecer algún tipo de respuesta, instalo preguntas que
abran y que no cierren. Ya sabemos lo que dice Lacan respecto a la comprensión.
Tenemos que vérnoslas entonces, con expresiones de la sociedad en la
que vivimos. Consecuencias que son sentidas muchas veces como del orden de la
catástrofe, ya que la clínica con púberes y adolescentes muchas veces
desconcierta.Y pienso, si Lacan en su momento sostenía que era menester no
retroceder ante la psicosis, podría decirseque se vuelve necesario no
retroceder ante estos síntomas propios de la sociedad actual,sino acompañar el
movimiento de, en este caso,el joven. Estar ahí, brindando un modo de tratar lo
insoportable del goce.
Podemos ubicar a la pubertad como el momento del (re)encuentro con
la sexualidad. Lacan hace referencia a la pubertad como un “despertar a lo real” Es decir, la irrupción de un goce extimo al
cuerpo frente al cual el sujeto no sabe cómo responder.Este encuentro con la sexualidad
produce un agujero, es el enfrentamiento a un imposible entre los sexos, en el
sentido de la inexistente complementariedad entre el hombre y la mujer, de que
no hay un objeto natural que encaje perfectamente, que nos lleve a la unión y
armonía. De manera que cada uno, de modo singular, se las verá ante el
encuentro con ese imposible de simbolizar pues, al decir de Lacan, no hay una
fórmula general para “zafar bien del asunto”. Si a esto le sumamos, las
determinaciones que mencioné al comienzo como propias de la sociedad actual, al
no haber un Otro de la tradición que apacigüe desde lo simbólico, el joven
muchas veces recurre a lo que tiene más a mano: su cuerpo. Así escuchamos como
desfilan por la clínicaadolescentes con cuerpos marcados, tatuados, perforados
con piercings, cuerpos anoréxicos,
cuerpos intervenidos por cirugías y demás.
Esto viene a colación de una viñeta clínica: Julia tiene 13 años y
solicita consulta psicológica por motus propio.Apatía, desgano, próxima a perder el año escolar decía la nota que
trajo escrita por la Psicóloga de la escuela. Las primeras entrevistas fueron
muy breves, no hablaba mucho solo sostenía sentirse mal. Ese espacio que se le
ofrecía, posibilitó de a poco que Julia pudiera comenzar a ponerle palabras a
ese malestar. Ella nosabía que decir, “no
séquémás decirte-decía- ha ya sé”.
Y casi cuando estaba por finalizar la sesión, decía como al pasar cosas muy
importantes. Julia se cortaba, se realizaba pequeños cortes en los brazos que
la aliviaban de alguna manera. El comienzo de los cortes coincidía con el
momento en que tuvo relaciones con un chico mayor que ella que no era agrado de
su madre. Aquí tenemos, el encuentro con la sexualidad que mencionaba al
principio. Julia, de 13 años, se sentía culpable por lo que había hecho y por
no habérselo contado a su mamá, quien se posicionaba desde el lugar de “mama
compinche”. “en mi casa hablamos de todo” sostenía la madre. Su padre, por su
parte, los abandonó cuando ella tenía 6 años, y no tuvieron más vínculo, si bien
viven a pocas casas de diferencia y suelen cruzarse por la calle.
Recuerdo que en los espacios de supervisión, trabajamos la cuestión
de la falta de recursos simbólicos para afrontar el hecho del vivenciar sexual,
ya que por un lado, ella era una niña pero con cuerpo de mujer y se había
precipitado a una situación ante la cual no tuvo con que responder, más que
poniéndole un límite al goce del cuerpo mediante el corte.
Ante la pregunta de cómo operar ante este cuadro, pensábamos la
posibilidad de dar lugar a la emergencia del sujeto de la enunciación,
propiciar el espacio para que el sujeto pueda darle valor a su decir y que, con
angustia mediante-ya que la angustia nunca miente- pudiera localizar a través
del significante algo del objeto del goce, que lo habita singularmente. A esto me refería cuando al comienzo sostuve lo de no
retroceder sino, acompañar al sujeto en el movimiento. Tampoco, responder desde un significante
amo, desde el lado la comprensión o el sentido común porque de lo contrario se
cierra la puerta. “Sólo puede quedar
abierta si hace oír al sujeto: “yo no lo sé y es por lo que es preciso que tú
hables”.
Acompañemos,
entonces, la apertura de puertas a la medida de cada uno.
Por.
Lic. Gazagne Maricel (coordinadora del Taller: “Jóvenes Analizantes”)
Tal
como rezan las letras de canciones de moda, la cual cantan, bailan y la viven los adolescente: “prefiere algo casual y que
no duela”…”los tragos hicieron estragos en su cabeza”… “Ya no quiere saben nada
mas de amores, le han traído solamente decepciones”. Freud dice, en el Malestar
en la Cultura (año 1929-1930), que el ser humano busca la Felicidad o al menos
se consuela con evitar el sufrimiento por lo que echa mano a caminos
alternativos para tal fin. Tomar o intoxicarse para no pensar ni angustiarse,
aislarse para evitar el desencuentro amoroso, deportes o actividades extremas
para sentirse vivo. Lazos condicionados por un discurso que empuja al consumo, a
matar el deseo, a abolir la singularidad y producir en serie esteriotipos. La
subjetividad de la época se manifiesta en nuestros jóvenes; todo se vende, todo
se transforma en objetos de consumo, incluso los movimientos en contra del
sistema capitalista son absorbidos por este y lo transforman en moda; y ahora se
venden ropa con estilo hippie en cómoda cuotas con tarjetas de crédito.
El sistema
nos impone mantenernos jóvenes y activos; a imagen y semejanza del Adolescente,
quien en teoría está en la “Primavera de la Vida”.
Me
pregunto ¿Dónde quedaron los vestidos de niña? Hoy los bebes y niños se visten
como adolescentes y los adultos también. Nos encontramos en una época de
decadencia del patriarcado; nos comanda la lógica del mercado, y como dice una
publicidad: “Lo imposible se consigue en cuotas”.
El
adolescente con sus saberes tecnológicos, su inestabilidad subjetiva e
incertidumbre, propias de la pubertad y la salida de la infancia hoy se torna
en modelo propuesto como ideal a alcanzar. A partir de aquí es que nos
encontramos con una adolescencia procastinada, eterna.
Hoy
el lazo social se encuentra mediado por la virtualidad. ¿Hay un emoticón para
cada estado del ser?. En lugar del espejo el púber, en medio de su
metamorfosis, se retrata y pule detalles que no le agradan de su cuerpo, con
las herramientas tecnológicas, en cada imagen que sube a la red; intentando
tomar distancia de todo lo que pueda enfrentarlo a dos concepto que comienzan a
ser para él mas presentes, como la muerte y sexualidad. Verse más bronceado,
menos pecas, mayor altura, mas adulto, mas joven ¿ocultar o mostrar los
caracteres sexuales secundarios en desarrollo?.
Aquí
aparece el Síntoma, completamente singular burlándose de todos estos intentos
de universalidad, a modo de oferta de salida; lo obliga a detenerse y pensar
sobre quien es y lo que le pasa. Paradójicamente su sufrimiento lo despierta
del sueño consumista y dependerá de cada caso cómo se las arregle con el.