“Construyendo puertas y no muros”
Una reflexión sobre el que-hacer
con los adolescentes hoy
Por Ps. Daniela
Marrano matrícula 7161.
Capitalismo salvaje, empuje al consumo
desenfrenado, caída del Otro de la tradición y sus consecuentes ideales,
feminización del mundo, primado del goce como imperativo, mundo virtual,
gadgets. Tomo estas palabras como disparadores que hacen referencia a la
caracterización de la época post moderna para pensar de que manera estas
determinaciones repercuten en la formación de síntomas en los jóvenes. Preguntándome
por el que-hacer del analista ya que, como expresaba Lacanen
“Función y campo de la palabra”: Mejor
pues que renuncie quien no pueda unir a su horizonte la subjetividad de la
época.
Lejos de establecer algún tipo de respuesta, instalo preguntas que
abran y que no cierren. Ya sabemos lo que dice Lacan respecto a la comprensión.
Tenemos que vérnoslas entonces, con expresiones de la sociedad en la
que vivimos. Consecuencias que son sentidas muchas veces como del orden de la
catástrofe, ya que la clínica con púberes y adolescentes muchas veces
desconcierta.Y pienso, si Lacan en su momento sostenía que era menester no
retroceder ante la psicosis, podría decirseque se vuelve necesario no
retroceder ante estos síntomas propios de la sociedad actual,sino acompañar el
movimiento de, en este caso,el joven. Estar ahí, brindando un modo de tratar lo
insoportable del goce.
Podemos ubicar a la pubertad como el momento del (re)encuentro con
la sexualidad. Lacan hace referencia a la pubertad como un “despertar a lo real” Es decir, la irrupción de un goce extimo al
cuerpo frente al cual el sujeto no sabe cómo responder.Este encuentro con la sexualidad
produce un agujero, es el enfrentamiento a un imposible entre los sexos, en el
sentido de la inexistente complementariedad entre el hombre y la mujer, de que
no hay un objeto natural que encaje perfectamente, que nos lleve a la unión y
armonía. De manera que cada uno, de modo singular, se las verá ante el
encuentro con ese imposible de simbolizar pues, al decir de Lacan, no hay una
fórmula general para “zafar bien del asunto”. Si a esto le sumamos, las
determinaciones que mencioné al comienzo como propias de la sociedad actual, al
no haber un Otro de la tradición que apacigüe desde lo simbólico, el joven
muchas veces recurre a lo que tiene más a mano: su cuerpo. Así escuchamos como
desfilan por la clínicaadolescentes con cuerpos marcados, tatuados, perforados
con piercings, cuerpos anoréxicos,
cuerpos intervenidos por cirugías y demás.
Esto viene a colación de una viñeta clínica: Julia tiene 13 años y
solicita consulta psicológica por motus propio.Apatía, desgano, próxima a perder el año escolar decía la nota que
trajo escrita por la Psicóloga de la escuela. Las primeras entrevistas fueron
muy breves, no hablaba mucho solo sostenía sentirse mal. Ese espacio que se le
ofrecía, posibilitó de a poco que Julia pudiera comenzar a ponerle palabras a
ese malestar. Ella nosabía que decir, “no
séquémás decirte-decía- ha ya sé”.
Y casi cuando estaba por finalizar la sesión, decía como al pasar cosas muy
importantes. Julia se cortaba, se realizaba pequeños cortes en los brazos que
la aliviaban de alguna manera. El comienzo de los cortes coincidía con el
momento en que tuvo relaciones con un chico mayor que ella que no era agrado de
su madre. Aquí tenemos, el encuentro con la sexualidad que mencionaba al
principio. Julia, de 13 años, se sentía culpable por lo que había hecho y por
no habérselo contado a su mamá, quien se posicionaba desde el lugar de “mama
compinche”. “en mi casa hablamos de todo” sostenía la madre. Su padre, por su
parte, los abandonó cuando ella tenía 6 años, y no tuvieron más vínculo, si bien
viven a pocas casas de diferencia y suelen cruzarse por la calle.
Recuerdo que en los espacios de supervisión, trabajamos la cuestión
de la falta de recursos simbólicos para afrontar el hecho del vivenciar sexual,
ya que por un lado, ella era una niña pero con cuerpo de mujer y se había
precipitado a una situación ante la cual no tuvo con que responder, más que
poniéndole un límite al goce del cuerpo mediante el corte.
Ante la pregunta de cómo operar ante este cuadro, pensábamos la
posibilidad de dar lugar a la emergencia del sujeto de la enunciación,
propiciar el espacio para que el sujeto pueda darle valor a su decir y que, con
angustia mediante-ya que la angustia nunca miente- pudiera localizar a través
del significante algo del objeto del goce, que lo habita singularmente. A esto me refería cuando al comienzo sostuve lo de no
retroceder sino, acompañar al sujeto en el movimiento. Tampoco, responder desde un significante
amo, desde el lado la comprensión o el sentido común porque de lo contrario se
cierra la puerta. “Sólo puede quedar
abierta si hace oír al sujeto: “yo no lo sé y es por lo que es preciso que tú
hables”.
Acompañemos,
entonces, la apertura de puertas a la medida de cada uno.
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