jueves, 18 de agosto de 2016

Comentario

La Primera Sesión
Por Giraldi Graciela, Miembro de EOL, AMP y ERINDA. Asesora del Taller “Jóvenes Analizantes”.

Cine debate en homenaje a Jacques Lacan, biblioteca EOL Rosario, 22 de setiembre 2009.
La primera sesión, de Gerard Miller.
El título de este film evoca aquella primera vez en la primavera de nuestro despertar sexual. Y reúne la riqueza de diversos testimonios sobre la primera sesión, en ese encuentro especial de cada uno con su psicoanalista.
Contamos con entrevistas hechas a maestros, escritora, actores, estudiantes, y empresarios que hablan de su experiencia analítica. Algunos de ustedes habrán reconocido a personajes públicos como Claude Chabrol, Patrice Leconte, Carla Bruni, al modisto Kart Lagerfeld, o a los colegas psicoanalistas Françoise Leguil, Guy Trobas, Luis solano, Christiane Alberti.
Otros habrán recordado su visita al consultorio de Freud, o al teatro de París donde se desplegaron las entrevistas.
He anotado a la manera de un editor los dichos testimoniales que me impactaron por tocar el corazón de algunos de los conceptos del psicoanálisis de orientación lacaniana.
Ante el interrogante de cuándo se acude al psicoanalista, si bien los entrevistados enfatizaron que no se va a lo del psicoanalista por una curiosidad intelectual, sino porque se padece de un síntoma, o porque se nos atravesó una piedra que nos impide caminar por el camino por la vida, ese obstáculo real se presenta de diversas maneras.
En relación a ello, alguien dijo: Tenía repetidas preocupaciones que quería resolver hasta que me di cuenta de que solo no podía.
Para Carla Bruni, su llamado al psicoanalista fue a partir de un quiebre: Sufrí una gran fractura cuando murió mi padre.
Otra analizante dijo: La única cosa que contaba para mí era escribir y me encontraba trabada. El psicoanálisis me dio un reingreso a la vida donde yo buscaba una escapatoria.
A veces, ese imprevisto traumático que nos conmociona y empuja a la primera consulta con un psicoanalista se presenta bajo la forma de un accidente o de una separación, un duelo que no se puede elaborar, el abandono de un ser querido, cuando la vida pierde sentido, cuando nos embarga la extrañeza o la paralización y no podemos avanzar.
Entonces, nos surge la pregunta de cómo encontramos a un buen psicoanalista. En ese aspecto, entran en juego la transferencia y la respuesta del analista, si lo hay.
En relación a lo impredecible de esa primera cita alguien dijo: Para mí fue como entrar a otro planeta. Llegué más tarde de la cita y el analista parecía un poco lunático. Me sentí en falta ante la autoridad, y allí me quedé.
El psicoanalista Guy Trobas diferenció al psicoanálisis lacaniano de otras orientaciones recordando a un psi de Argentina que tenía el criterio higienista del análisis semejante a un laboratorio, donde siempre y para todos los pacientes les daba las mismas coordenadas del encuadre con tiempo fijo de las sesiones, cantidad de las mismas, duración del tratamiento, etc.
Cada una de las respuestas de los entrevistados apuntó a resaltar esa experiencia singular del primer encuentro con un psicoanalista en tanto encontró un alojamiento en el Otro, en aquél analista que hace hablar a quien lo consulta en detrimento de las reglas, de las normas y la burocratización.
En esa perspectiva, alguien expresó que la primera sesión también puede ser la última porque si no te gusta te vas, o porque si no hay analista nada puede pasar allí. -Yo estaba al borde del suicidio y en cambio le dije que estaba allí porque me comía las uñas. Ella me respondió que con seis meses de psicoterapia se me iría. No volví más.
En esta vía podemos entender que hay entrevistas que decepcionan, y que no todas las primeras veces resultan inolvidables.
Un entrevistado aportó enfáticamente sus elaboraciones: ¿Y por que se esta convencido que uno golpeó la puerta correcta, sino porque el analista tiene energía para preguntar cómo está usted?.  Es como si el analista tuviese el casco de su moto en la puerta de entrada y adentro uno se encuentra con un ramo de flores que de tan feo se torna bello.
Otro exclamó sorprendido: Me quedé sin voz justo el día que me podía expresar ante una psicoanalista!. Pasan cosas no calculadas y esas cosas son determinantes en la experiencia del análisis.
Resaltando el peso que toman las palabras desde el primer encuentro con un psicoanalista una mujer testimonió: En mi primera sesión sentí que cuando me presenté, también hablé de mis dos hijos y la analista me preguntó qué puedo hacer por ustedes tres?.
Del lado del analista, tampoco sabe qué hará o dirá en cada ocasión, aunque sí apunte con su acto a que ese encuentro sea un acontecimiento subjetivo, enganchando al consultante con lo que dice.
¿Y qué dicen los analizantes sobre su analista?.
Mi analista, dijo uno, repite lo que digo con otra entonación y eso cambia de sentido para mí.
Otro aludió a que su analista es frío pero que a la vez su presencia toma cuerpo, está siempre ahí donde se lo busca. Pero si él tuviera un gesto afectivo hacia mí yo me iría del análisis (resuena lo trabajado por Jacques-Alain Miller en su curso del 2008 acerca del “desapego” como la justa posición del analista lacaniano que en cada ocasión hace lo que tiene que hacer desprendido de sus pasiones, en contraposición con la idea de empatía esgrimida por las psicoaterapias).
Acerca del partenaire-analista alguien expresó: Aprendí a descifrar el silencio de mi analista. Cuando él me decía: y bien?, yo sentía que la olla hervía!...
Finalmente, en la primera sesión también entran en juego la cuestión del pago, el uso y no uso del diván, cuándo y cómo.
Para abrir a la conversación, retomo lo dicho por alguien al final del film: El análisis es una aventura, y si bien no es algo milagroso, se produce siempre un cambio en uno.
Comentario de Graciela María Giraldi, miembro de la EOL y la AMP.



 
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